domingo, 26 de julio de 2015

The Residents (1976)

Aunque The Residents siempre quedan inmersxs dentro de rótulos como "vanguardia" o "avant-garde", lxs involucraremos arbitrariamente dentro del punk, si es que esto alguna vez intentó romper algún tipo de regla o estrucutra. En realidad no podríamos hablar de ellxs como "una banda". Se trata más bien de un proyecto, colectivo artístico centrado en la creación musical y multimedia. Es decir, los ruidos son solo una parte de sus vías de expresión. Pero en ese modo de comunicarse, también hay algo punk. Durante más de cuarenta años han conseguido construir alrededor de ellxs, una historia de difícil confirmación pero que se ha impuesto ante la imposibilidad refutarla. Su camino es un relato que ellxs han construido y difundido, pero como confiar si ni siquiera lxs conocemos?
Según la historia "oficial" esparcida desde su oscura compañía, The Cryptic corporation, el origen se remonta a un puñado de compañeros de escuela secundaria en Shreveport, Louisiana, quienes en 1966 deciden emprender viaje hacia San Francisco en una vieja camioneta, que los deja a gamba a mitad de camino y no les deja más remedio que asentarse en San Mateo, California, la cual adoptan como sede.
Allí comienzan sus primeros experimentos, con cuanto elemento estaba a su alcance, ya sea con objetivos plásticos o musicales. En ese momento se suman a ellos dos personajes -¿reales?- de suma importancia en sus primeros años: Philip Lithman, llamado Snakefinger, y N. Senada, un viejo teórico musical.
Con ellos incorporan algunos equipos e instrumentos de segunda mano con el que compondrán sus primeras piezas en la que se observa su absoluta impericia en la materia. Y quizás era la idea.
En 1971 envían algunas de estas grabaciones caseras a los responsables del ala "vanguardista" de la Warner Brothers. Pero son rechazados, en especial porque las cintas no tenían ningún dato sobre quienes eran los autores de la obra. Entonces el material les es devuelto con una carta para "los residentes". Eso determinó el nombre que el colectivo adoptaría hasta nuestros días.
Además de la música intentaron infructuosamente realizar una película de corte expresionista, lo cual fue abandonado tras cuatro años de rodaje. Su primera grabación publicada fue hecha para la navidad de 1972, se llamó "Santa Dog" e intentaron hacerle llegar un ejemplar del mismo al presidente Nixon. Desconocemos si le llegó y mucho menos si lo escuchó -y si le gustó-.
Al poco tiempo, se podría decir que lograron completar aquel inicial viaje de 1966, al instalarse en San Francisco y tomarla como base de operaciones fija para The Residents. Desde allí cranearon el que sería su primer disco, Meet The Residents, en el cual podemos ver ya una de los rasgos característicos de su labor, la parodia a la cultura pop musical. En este caso se advertía en la tapa, casi copia del Meet The Beatles, pero con algunas modificaciones burlescas. En cuanto al sonido, se trataba de una colección de ruidos producidos por instrumentos fuera de eje o de sintetizadores. La lírica era un reflejo de sus fantasmagóricas personalidades. Nada podía rastrearse de sus personalidades o de su visión del mundo de manera lineal. Pero a la vez esa era su forma de decir que querían de la música, tal cual la conocemos: Incomodarla, trastocar sus paradigmas. Solo vendieron 10 copias. Dos de las cuales, aseguran, fueron adquiridas por el propio Paul Mc Cartney, al ver la tapa.
La influencia del anciano N. Senada se advierte en su siguiente trabajo conceptual, de 1974, en el que perseguían la concepción de una obra de arte pura a partir del ostracismo absoluto del artista, quien no se contacta con nadie externo mientras lo hace. Luego, el resultado quedaría guardado para siempre. Sin embargo, el material vería la luz en el 78 bajo el nombre de Not Avaible.
Pero cronológicamente, el segundo trabajo discográfico de The Residents fue The Third Reich n’ Roll, de 1975. Otra vez, el sarcasmo para atacar, directa o indirectamente, a los íconos de la industria del pop. La tapa nos muestra al presentador de TV Dick Clark, enfundado en un traje de jerarca nazi, mientras detrás suyo, a modo de bailarinas, unos Hitlers mueven el esqueleto. Claro que la tapa generó rechazos, pero era lo que querían. El material no estaba exento de mayores polémicas, con tracks como "Swastikas on Parade" (en el que aparecen fragmentos de clásicos del rock y el pop como "Let's Twist Again", "Land of a Thousand Dances" o "Little Girl") o "Hitler Was a Vegetarian" (usando el mismo método con "96 Tears", "Light My Fire" o "Gloria", entre otras).
Hasta acá, la intro de la historia de este colectivo, que sigue activo en diferentes frentes y del cual solo conocemos su anonimato, su hermetismo y su obra demencial.



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