sábado, 25 de julio de 2015

The Dictators (1975)

Antes que muchas de las bandas más conocidas de la escena neoyorquina salieran a la luz, fueron los Dictators los que pusieron sobre la mesa aquellos elementos de lo que se iba a valer la primera camada de esa subcultura urbana que poco tiempo después se aglutinaría bajo la denominación punk.
La música era el medio primordial para canalizar una sarcástica forma de analizar la cultura juvenil estadounidense de entre fines de los 60 y principios de los 70. Algo sobre lo que habían puesto el eje The Stooges, MC5, Blue Oyster Cult, pero a lo que los Dictators le agregaron absurdo y grotesco.
El primer punto era reconocerse a ellos mismos como parte de esa cultura chatarra de la que formaba parte la decadente sociedad norteamericana: Aspiraciones materiales superfluas, expresadas en las ropas y los autos, todo para levantarse chicas, en esa tradición de muchachos rudos de barrio bajo o Universidad, burlada desde todo ángulo por estos payasos que muchas veces no eran bien interpretados. A la vez vías de evasión de toda índole: Comics, películas de ciencia ficción, comida chatarra, pandillaje, drogas y alcohol. Toda esta visión de lo que era una generación desperdiciada –en boca de quienes lo habían echado a perder durante décadas- fue pronto readoptado por cierto sector de la juventud bajo la palabra punk.
Ramones, Dead Boys, The Dickies y muchas otras bandas de inminente aparición le deben mucho a la visión de esta banda neoyorquina.
Mucho antes de los Pistols, los Dictators se vendían a si mismo a partir de escándalos prefabricados solo para llamar la atención. A veces se les iba la mano –nunca dejaron de ser pendencieros y desubicados chicos de barrio- y llegaron a pelearse con Wayne County en el Max Kansas City tras alguna desafortunada broma hacia la condición trans de ella. A veces la burla podía volverse agresión, y no siempre estaban listos para recibir la respuesta. De todos modos con el tiempo, quedó como una anécdota del under entre las partes, aunque fueron expulsados del Max’s.
Originalmente fueron un cuarteto conformado en 1973 por el bajista y cantante Andy Shernoff, el guitarrista líder Ross The Boss (Luego fundador de la banda de Heavy Metal Manowar), Scott Top Ten Kempner en la guitarra rítmica y el baterista Stu Boy King. Durante su primer año se une a ello como roadie un muchacho famoso en el Bronx por su carisma llamado Handsome Dick Manitova. Su influencia en el grupo fue creciendo y no solo es quien sale retratado como un boxeador en la portada del primer álbum de 1975, Go Girl Crazy!,si no que también canta en algunos temas. Ya con el disco en la calle, Manitova y su personalidad no tardan en ubicarse como líderes de The Dictators. Si bien eran una banda conocida antes de la explosión del CBGB, pronto se volvieron una atracción del local del Bowery.



"Todo el Bronx (lo que es bastante de decir en New York) ha descendido a ver a The Dictators: chicos, jóvenes y viejos fans. Es el grupo considerado más punk, más loco, más extravagante de la escena neoyorquina (...) el aire acondicionado al máximo del CBGB es un leve soplido. La cerveza corre a raudales en una sala sobrecargada a fuerza de transpiración humana. 'Handsome Dick' Manitoba, cantante del grupo, aparece envuelto en una bata de boxeador (tiene bordado con lentejuelas su nombre en la espalda) y establece inmediatamente complicidad con unos 250 seres que han podido entrar. Esa masa compacta de carne se desternilla de risa a la par de sus gestos obscenos, le hace un coro a sus estrofas absurdas y sigue el ritmo golpeando sus manos encima de sus cabezas. Rock en la tradición de Stooges, con algo de la furia política de MC5 y los juegos histriónicos de The Fugs, The Dictators es un grupo de locos que no pretende tomarse -ni ser tomado- seriamente. Prefiere apelar a todas las tecnicas y recursos, validos o no, que magnifiquen su descontrol. Aporta una dimensión importante al punk-rock: el humor. Uno puede pensar en las payasadas de algunos rockeros de los 60, pero las gracias de The Dictators tienen un ribete mas exasperante, mas trágicamente neoyorquino. Lo arrojan todo al aire, derriban todos los mitos, comenzando por el propio.(...)
The Dictators abre con un tema como 'Cars and girls'. y descubre su real obsesión. Con 'Cars and girls' dan en tres minutos una antología ilustrada de la cultura juvenil-senil estadounidense. (...) Cuando sus palabras parecen muy sociales y podrian emparentarlo con Blue Oyster Cult, The Dictaotrs recurre al sarcasmo, remedio infalible, a la materia fantástica del delirio. Con ellos, el concepto de punkitud parece evanescente: Olvídense los ruidos del asfalto y crueldades de la vida para triscar por las nubes y limbos del negocio del rock. Dice Dick Manitova: 'Dictators dicta lo que dictan nuestros managers'."

Punk, la muerte jóven. Juan Carlos Kreimer.


 



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