sábado, 8 de agosto de 2015

The Cramps (1976)

Hasta acá, la mayoría de los grupos que merodearon los primeros días del punk o formaron parte de él, tanto en Gran Bretaña, EE.UU. o Australia, han dejado traslucir en sus composiciones, en mayor o menor medida, la influencia de escenas y corrientes musicales que los precedieron. Pero muy pocas bandas inmersas en los primeros días de las escena punk neoyorquina han conseguido un resumen tan ajustado y preciso de algunas de las primeras escenas de rock and roll repasadas y su idiosincracia como The Cramps: Surf, garage, psicodelia, rockabilly, rock instrumental de los 50. Y de todos ellas rescatando su lado más enfermizo, oscuro y a la vez divertido. Para ello eran claves las películas clase B, los comics y toda la cultura trash estadounidense.
A pesar de su impronta retro, fueron pioneros en cuanto a la reformulación del sonido más crudo y amateur del rock and roll, a partir de una selección para nada accidental de esa información musical previa, que nos permite hacer conecciones desde Link Wray hasta The Jesus and Mary Chain, pasando por The Stooges, The Meteors o The Gun Club. A partir de 1976 The Cramps se convirtió en el eslabón perdido de ese periodo.
Pero es en la costa oeste post-psicodélica, la de los últimos coletazos del hippismo a comienzos de los 70, dónde coinciden las dos indivicualidades que darán forma a este Frankenstein construido con los retazos de las más subterránea tradición pop-rock estadounidense. Es exactamente en San Diego, California, cuando una muchacha llamada Kristy Wallace, sale a la ruta a hacer dedo para dirigirse a la Universidad de Sacramento (ciudad en la que había nacido). Quien la levanta es un jóven de Ohio llamado Erick Purkhiser, quien casualmente se dirigía al mismo lugar, con el mismo objetivo que Kristy: Asistir a un curso de Arte y Chamanismo. Ese cruce circunstancial fue el comienzo de una extensa relación de pareja entre ambxs, que se sostuvo a partir de coicidencias que excedían el ámbito universitario, como la música pop de los 50 y el cine marginal de esos años, apuntado especialmente a la ciencia ficción y el terror.
La inquietudes artísticas convencionales dentro de un marco institucional fueron cediendo terreno frente a la idea de aunar en un proyecto común aquellas aficiones de la infancia y la adolescencia. Y Kristy y Eric dieron forma al embrión de lo que conoceríamos como The Cramps.
En principio, solo definieron que Eric se encargaría del bajo y Kristy de la guitarra. Pero además decidieron llamarse a sí mismo de otra forma. Purkhiser comenzó con el pseudónimo de Raven Beauty, luego pasó a Vip Vop hasta el definitivo Lux Interior, el cual aparentemente tomó de un viejo modelo de auto promocionado en una revista. Por su parte, Kristy comenzó a llamarse Poison Ivy Rorschach.
La pareja deja la costa oeste para instalarse momentáneamente en Akron, Ohio, ciudad que sería una parada técnica previa a asentarse en el lugar en el cual consolidarían y desarrollarían su plan musical: New York.
En la gran manzana The Cramps define sus contornos. Una tienda de discos les permite ganarse unos pesos y contactarse con diversxs freaks neoyorquinxs, entre ellxs un tal Greg Beckerleg que no tarda en sumarse como segunda guitarra, bajo el apelativo de Bryan Gregory. Restaba saber quien se encargaría de la batería. Gregory propuso a su hermana Pam, quien participó de los Cramps un breve periodo, hasta que finalmente la canadiense Miriam Linna se transformó en la percusionista estable, al menos en las primeras presentaciones de The Cramps.
En 1976, se les abrieron las puertas del antro de la nueva ola por excelencia: El CBGB's. Y arrancaron teloneando a otros que marcaron desde comienzos desde setenta el camino que ellos seguirían a base de una presencia escénica frenética, aunque desde otra perspectiva sonora: Suicide.
Es esta primitiva alineación, la que deajrá registrados algunos demos durante ese mismo año.
 

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