jueves, 6 de agosto de 2015

Lxs primerxs punks y el llamado "nazi chic"

Desde un principio el punk tuvo una definida actitud confrontativa. No fue un invento de lxs punks ingleses lo de colgarse todo tipo de bijouterie vinculada al fascismo o al nazismo. Cruces gamadas, esvásticas, empezaron a verse con frecuencia en las filas que se formaban en la puerta de locales como The Roxy, 100 Club o el Vortex de Londres, para poder ver a su banda punk predilecta.
Si los Stooges eran permanentemente referenciados como influencia musical, no puede dejarse de lado las leyendas -porque no todxs lxs vieron en vivo- sobre su irreverencia esécnica, que incluía a un Ron Asheton enfundado en un uniforme nazi en varias presentaciones. Él decía que prefería un loco disfrazado en un escenario, que uno caminando por las calles con las ideas de esa ropa en su cabeza. Recordemos también, cuando repasamos los comienzos de la escena alternativa de Cleveland -EE.UU.-, a los Electric Eels. Ellos tenían una abierta actitud provocativa hacia la cerrada y conservadora escena cultural de su ciudad. calificaban a los suyo "terrorismo musical", agregando en sus flyers cruces esvásticas a modo de "decoración", cuando no, llevándolas a sus recitales caóticos.
Algunas veces, la revista Punk de New York, usaba este simbolo como síntesis de todo aquello que no era hippie, lo cual odiaban.
En Gran Bretaña, la moda del nazi-chic tuvo en la tiendas de Malcolm McClaren y Vivianne Westwood su principal difusor. Si el objetivo era shockear la hipocresía de la sociedad, para muchos solo logró relativizar el contenido de esas imagenes por parte de chicxs que muy poco sabían de la carga que las mismas traían consigo. McClaren no se proclamaba aintisemita, pero si un provocador sin límites ni escrúpulos. En ocasiones, incorporaban a sus ropas también, frases e imágenes de Karl Marx.
Algunxs de lxs chicxs del contingente Bromley -aquellxs que seguían a los Sex Pistols a todxs lados en sus primeras horas- fueron atacadxs en más de una ocasión por portar brazaletes o cruces gamadas en su atuendo. Siouxsie Sioux y Sid Vicious solían portar parte de esta simbología y no fueron pocos los inconvenientes -golpizas y otras expresiones violentas- que enfrentaron.
Un ejemplo de estas situaciones se dió durante el punk festival realizado en el 100 club en septiembre de 1976. Allí, Bernie Rhodes -mananger de The Clash- se negó a prestarle los equipos a Siouxsie and The Banshees porque la vocalista y Sid -baterista aquella noche- llevaban encima emblemas del nazismo.
Desde luego que consideramos que el efecto shock lo logró. Pero el mismo se apagaría en un abrir y cerrar de ojos. Por lo tanto ¿Hasta donde estxs pibxs sabían lo que usaban y hasta dónde no hacían otra cosa que reproducir una subcultura vinculado a la xenofobia, el terror y lo peor de la humanidad? ¿Hasta donde se trataba solo de un capricho sin ningún efecto político? ¿Conseguían con esta conducta evidenciar la contradicción de una sociedad que ponían el acento en las atrocidades del nazismo pero miraba a otro lado las que producían cada día las socialdemocracias europeas, el capitalismo y otros regímenes que hablaban de "socialismo" en aquellos días? ¿Tenían estxs primerxs punks algún interés político concreto? A muchxs de nosotrxs nos encantaría pensar que el punk nació anarquista y políticamente del lado de lxs oprimidxs. Pero el punk de los primeros años, el que dio comienzo a todo, prescindía de cualquier panfleto o doctrina o programa político -salvo honradas excepciones-. No era raro encontrarse con punks anarquistas ya en el 77. Pero tampoco era extraño toparse con autoproclamadxs punks de clase obrera y clase media que se comían el discurso anti extranjero que circulaba en la mayoría de la sociedad inglesa, con lo cual le daban un contenido a esa esvástica que en principio solo había sido usada como una forma de provocar. Ya todo eso se ponía difuso y decantería en el nacimiento, hacia 1978 del Rock agaisnt racism.
En Punk, la muerte joven, de 1978, Juan Carlos Kreimer reproduce una carta a lectores escrita a varios fanzines por parte de una joven de 16 años llamada Lucy Toothpaste y autodefinida como "periodista free-lance de varios fanzines punk". En ella dice:

La sociedad que conocemos nunca va a cambiar sin una revolución violenta porque los hombre del Big Brother tienen comprados al ejército y a la policía. Ellos nos van a matar primero. No es para marearse. Pero no les dejemos creer que la violencia nos divierte. Ellos quieren que seamos nosotros los que pegan a los negros, queman a las mujeres hindúes, expulsan a los extranjeros y odian a los judíos. Si eso lo hacemos nosotros ellos quedan limpios de culpa. Mejor que usar esvásticas sería ingresar en la policía. El fascismo no va a hacer nada mejor. Seguiremos sin trabajo o haciendo cosas aburridas, solo porque les ayudamos a saldar sus cuentas con los judíos, negros, homosexuales y feministas. En otras palabras, sería igual que ahora, pero peor. Usar esvásticas no significa que uno realmente ame el fascismo. Sólo sirve para asustar a la gente, pero el problema es que no les asustan porque en lo más profundo de si la gente también es fascista. No creo que nos volvamos nazis por usarlas; pero el hecho es que mientras usamos nuestra energía para tocar la guitarra y bailar pogo, no sentimos necesidad de inscribirnos en el Nacional Front."

El movimiento punk no estuvo excento de estas tensiones, conformantes de su primigenia heterogeneidad, donde convivían un ácido nihilismo y un naciente vehículo de resistencia política, con posturas difusas entremezcladas con un sarcásmo políticamente incorrecto. Entre esto último, sin dudas, ubicamos el demo de 1976 grabado por The Vibrators, que es una pequeñísima muestra de lo narrado.


Fuente: "Punk, la muerte jóven". Juan Carlos Kreimer. 1978.

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