jueves, 13 de agosto de 2015

Talking Heads (1977)

En 1977, Tina Weymouth, Chris Frantz y David Byrne ya había dejado de ser unxs desconocidxs estudiantes de arte del Rhode Island School of Design que probaban infructuosamente dar forma a algún tipo de poryecto artístico experimental que incluya a la música. Atrás habían quedado los días de David y Chris tocando en The Autistic primero y The Artistic después, con Tina (la novia de Chris) como única fan. Ahora, lxs tres estaban embarcadxs en un proyecto solido, compacto, prolijo y a la vez intrigante e inquieto, como su música. El CBGB's les había abierto las puertas como a tantos otros grupos de New York, convirtiéndose en un número recurrente. En 1977, ya tenían algunos demos grabados y el nombre de Talking Heads no era ningún secreto. Incluso Lou Reed empezó a seguirlxs y aconsejarelxs, pero su inicial intensión de producirles el primer trabajo discográfico quedó estancada. De todas maneras, eso se iba a concretar a comienzos de 1977, cuando Sire (el sello que estaba a la pesca de todos los referentes de la escena New Wave del CBGB's) los fichó.
Ya por entonces, Talking Heads empezaba a ser para muchxs "el grupo de David Byrne". Parecía improbable que una personalidad que se mostraba públicamente extremadamente tímida pudiera ejercer puertas adentro un liderazgo rayano al despotismo. Él era quien desde mediados de 1976 insistía en incorporar un cuarto integrante, que por intermedio de Ernie Brooks (un ex Modern Lovers) sería Jerry Harrison, un guitarrista que ya había tocado con ellos en septiembre del 76 pero que recién pudo incorporarse en enero del 77, en las vísperas de la grabación del disco, el cual llevaría por nombre "Talking Heads:77".
A  priori uno se topa con un convencional disco de rock. Pero de manera hipónitca y autoritaria, Talking Heads:77 nos obliga a más de una escuchada para ir descubriendo su personalidad introvertida, como la de Byrne. Allí aparecen todos esos elementos que hacen de este un disco peculiar dentro de un contexto no menos particular. Es decir, no es un disco que incite a la rebleión. Ni siquiera al pogo. Aunque con los años no encaje con nada de lo que hoy consideramos "punk", en ese momento fue quizás ese desconcertante perfil lo que lo hizo "punk" dentro del "punk". Una proclama contra el virtuosismo llevado adelante por pulcros estudiantes universitarios. Sin solos, es cierto. Pero ¿Punk sin distorsión? Estaba claro que la busqueda del grupo y en especial de Byrne iba por otro lado que la de la naciente escena punk, para nada homogénea.
Aunque previsible, no dejaba de ser una música rara, que no se ajustaba de todos a los cánones del tradicional rock 'n' roll y hasta coqueteaban con el funk. "Psycho Killer", "Don't worry about the government", "No Compassion", atraían por absurdas y claustrofóbicas, con esa voz nerviosa de Byrne.
Aunque el grupo siguiera caminos divergentes a la ortodoxia punk, hasta fines de los 70 (O hasta su encuentro con Brian Eno) fueron parte de una expresión new wave o post punk sin referencias previas, contemporáneas e, incluso, posteriores.




"Solíamos quejarnos bastante de que nos incluyeran dentro del Punk ... Creo que nos metían en la bolsa porque nuestra música era despojada y poco convencional, no se relacionaba con los formatos especialmente producidos para ser pasados en la radio, por lo que fue una reacción contra todo lo que estaba pasando a nuestro alrededor, sobre todo en el mundo de la música comercial ".

David Byrne

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