miércoles, 24 de mayo de 2017

Roky Erickson (Austin, Texas, EE.UU., 1977)

En más de una oportunidad se ha hecho mención a la cuestión del punk y su declamada ruptura con el pasado, idea que representaba no solo la sociedad que le legaron sus padres y demás instituciones, sino incluso la cultura pop, que desde el advenimiento del rock and roll, había creado en la juventud un nicho de consumo cultural que parecía ya no satisfacer sus inquietudes. 
Sin embargo esto no parecía vivirse de igual modo en el Reino Unido como en EE.UU. Mientras que en el primero había una contradicción entre el discurso y los hechos (se denostaba el pasado pero la primera música punk estaba llena de guiños a ese pasado), en EE.UU la cuestión era un poco menos culposa. Si bien se cuestionaba el innegable estancamiento del rock y el pop en general, no se dudaba en mostrar aquellas influencias que usarían para edificar su propia corriente de expresión. 
Eso generaba un choque generacional importante, porque gran parte de quienes formaron parte de las camadas previas al estallido punk, se sentían atraídos por participar de él a partir del impulso creativo que generaba, aún a riesgo de ser vistos como intrusxs, desfasadxs u oportunistas. 
En Inglaterra quizás si hubo de casos de viejxs músicxs de los sesenta que se adaptaron a las reglas estilisticas que el punk armaba sobre la marcha para no quedar afuera. Pero en EE.UU., aquellos que sabían que habían sembrado una semilla que ahora germinaba, no renunciaban a su identidad y salían al ruedo en aquel contexto, mostrando como gran parte de lo que suena es gracias a lo que ellos iniciaron diez o quince años atrás. 
En ese sentido, la primera manifestación de la música pop/rock que ameritó el mote de punk (despectivamente), fue la producida por una inmensidad de bandas amateurs que tocaban sin mayores aspiraciones que las de expresar sus emociones. Algunas pocas pudieron tocar, editar o hacer su nombre conocido, pero la gran mayoría aportó al nuevo mote por el cual hoy es más conocida aquello, que es el de garage rock. Como tantas otras regiones de Norteamérica, el Estado de Texas fue prolífico en la generación de este tipo de bandas entre mediados y fines de los 60, cuando el auge psicodélico ya lo acaparaba todo, por estas regiones del sudoeste. 
Si dudas un nombre que resalta entre estos últimos conjuntos es el de los 13th Floor Elvators. Y mucho más si intentamos conectarlo directamente con la emergencia del punk a fines de los 70. Basta repasar algunos de nuestros programas dedicados al garage rock. No vamos a hablar de este conjunto de Austin que tuvo su momento de auge entre el 65 y el 69. Pero si de quien fuera su cantante y líder, Rky Erickson. 
Nacido en Dallas, Erikson estaba metido en la música desde pibito, pasó pronto del tradicional country al rock and roll, con su grupo The Spades, con el que grabó una temprana versión de una canción llamada “You’re gonna miss me”. La misma gustó a otros dos músicos del área, Tommy Hall y Stacy Sutherland, quienes lo reclutaron para su nuevo proyecto, que acabaría siendo 13th Floor Elevators. Finalmente “You’re gonna miss me” no solo se convirtió en el primer single de la nueva banda si no en una suerte de himno del garage psicodélico norteamericano, redescubierto por lxs futurxs punks a comienzos de los 70 a partir del compilado Nuggets. 
Acorde a los tiempos, los miembros de la banda fueron involucrándose cada vez más con el consumo de sustancias químicas, sobre todo Hall y Erickson. Aquello les traía muchos inconvenientes, pero sobre todo dos: Por un lado, un creciente comportamiento errático que afectaba el desenvolvimiento de estos músicos en vivo. Por el otro, generaban el alerta de las autoridades de su área, quienes ya los tenían marcados en un tiempo de mucha represión en torno a la posesión y consumo de drogas. Así fue que un día de 1969, la policía detuvo a Roky –a quien ya tenían entre ceja y ceja- por la posesión de un simple porro. A partir de ello quisieron armarle una causa federal, lo cual podía implicar varios años de prisión. Aunque a los tumbos, 13th Floor Elevators estaba en etapa de producir un nuevo álbum, pero aquello afectaría no solo esto sino el futuro del grupo, al punto de generar su ruptura. Roky zafó de la cárcel haciéndose pasar por loco, aunque esto le valió un periodo de internación en un psiquiátrico, que dado su estado de dependencia del LSD, la marihuana y otras sustancias, solo empeoró su situación. Hacia 1973, hubo un intento de reunión, pero a Roky le diagnosticaron esquizofrenia y la cuestión no prosperó. Fue un periodo duro, donde los tratamientos incluían cruentas sesiones de electroshock, de las cuales, claramente, Roky no saldría recuperado. Lejos de recluirse, Erickson insistió en el mundo de la música, con una fugaz banda llamada Bleib Alien, un nombre que mezclaba un anagrama de “biblia” en inglés, extraterrestres y la frase “permanecer solo” en alemán. 
Parecía claro que, más allá de los deseos de Roky, él no se encontraba en las condiciones óptimas para desenvolverse en el complejo entramado del negocio de la música nuevamente. Sin embargo, aprovechando su suceso anterior, algunos inescrupulosos lo alentaban a continuar con un proyecto que no tuvo mayor suceso comercial, con canciones que remitían a los climas de los 13th Floor Elevator pero con letras alusivas a films de terror y ciencia ficción. En el 75 edita con este grupo su único single, Red Temple Prayer (Two Headed Dog). Tras esta experiencia, Erickson siguió probando suerte en solitario. Así en 1977 publica a través de Rhino Records un 7” titulado Bermuda y un EP editado en Francia conocido como Mine Mine Mind, con algunos temas de distintas etapas. Si bien a partir del 79 reformula una banda llamada The Aliens para que lo acompañe, Roky era ya considerado por entonces un freak del rock, un outsider en todo el sentido de la palabra. Pero lo cierto es que detrás de esa fachada había un cuadro clínico que no se sabía a ciencia cierta cuan controlado estaba. La efervescencia punk lo mantuvo activo y reconocido. En 1982 firmó una declaración en la cual afirmaba que su cuerpo había sido tomado por un extraterrestre. Ese fue el inicio de un larga ausencia de los escenarios y de una etapa de declive artístico y personal del cual intentó salir otra vez a mediados de los 2000, a partir del reconocimiento de diversos artistas que iban desde R.E.M. a Jesus and Mary Chain, así como de documentales o discos tributo.
El universo fantástico, a veces peligroso, de Roky llegó a su fin el pasado 31 de mayo de 2019, a la edad de 71 años.



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