jueves, 25 de febrero de 2016

Lee Kristofferson

Lo perturbador, lo desconocido, los rincones oscuros de la mente humana, lo grotesco, lo terrorífico, han sido tópicos abordados de diferente manera a lo largo de la historia de la música rock. Pero es especialmente en sus comienzos, los que podemos situar entre mediados de los 50 y mitad de la década del 60, alrededor de subgéneros que hemos revisitado en este espacio, como el rockabilly, y una de sus posteriores derivaciones conocida con el tiempo como garage rock, que podemos hallar una interesante cantidad de referencias a toda calse de seres que se transgreden de diversa forma (por su aspecto, sus constumbres, su violencia, sus ideas) las fronteras de las sociedad en la que habitan. Tal vez una bonita metáfora de como esos primeros rockers sentían que eran vistos.
Criaturas monstruosas inmortalizadas en peliculas de terror o ciencia ficción de bajo presupuesto, personajes oscuros y trastornados refelejadxs en las páginas de comics de segunda lìnea, en la tradición de las Pulp Fiction, siguieron circulando en en un circuito subterráneo que una década después tendría nuevamernte eco en el mundo de la música a partir de la manifestación de la generación punk.
En ese marco surgieron grupos que dedicaban algún tema suelto a cierto personaje de alguna película o de manera irónica a las andanzas de determinado ser abominable. Pero también estuvieron aquellas que de esa tradición de la cultura pop más trash, la de las películas clase B y los comics consumidos por varias camadas de jóvenes de las grandes urbes de occidente (especialmente en los países angloparlantes) hiceron el leitmotiv de su repertorio. Se me ocurre pensar en los escoceses The Rezillos y su futursimo mod, en los primeros Misfits o en The Cramps, quienes además supieron acompañar sus líricas de atmósfera fantástica (en cuanto al género) con la banda de sonido más afin dentro de la cultura pop: La del primegenio rock and roll, al cual evocaron con algunos covers o readaptando al rockabilly con más furia que el que lo caracterizó. Nostalgia sin medias tintas.
The Cramps no fueron "pioneros" en esto de tomar los sonidos de los 50 en aquel contexto del punk rock (etiqueta que prefirieron no portar), ya que la música punk en un alto porcentaje se nutría sin disimular de la energía primitivia de ese original rock and roll, herencia del glam y el mod, fenómenos más cercanos en el tiempo. Pero se volvieron las caras visibles de una tendencia que poco a poco fue ganando terreno gracias al impulso que dió el punk: La de reeditar al rockabilly como el subgénero ideal para expresar historias marginales, por parte de (aparentes) marginales.
Esas temáticas a las que hacíamos mención al principio, haría que entre fines de los 70 y principios de los 80 se geste un nuevo rótulo para aquellos que deliberadamente buscaban recrear con furia recargada las fórmulas de aquellos músicos de jopo y contrabajo. El rockabilly más las temáticos sobre personajes al borde de la locura (o dentro de ella), tocada por personajes no menos locos, dio lugar al psychobilly.
Pero en 1977, no existía ni siquiera el atsibo de tal escena. Sin emabrgo pueden rastrearse a algunos adelantados, tal el caso de Lee Kristofferson.
Poco sabemos de sus días previos a la publicacon de su 7" "Dinner with Drac/Night of the Werewolf". Sólo que su nombre original era John Lewis Wagstaff y tomó su apodo de un juego de palabras con el de Christopher Lee. 
Lo más probables es que si alguien por esos días entraba a alguna tienda buscando discos de punk rock o rock 'n' roll de los 50/60s, y se topaba con la portada de este simple, lo pasaba de largo olímpicamente. Tal vez podía pensar que se trataba de un disco de música de películas porno: Tapa rosa, un muchacho con un polémico peinado setentoso y pelo en pecho, sosteniéndo en sus brazos a una jóven a punto de caer desmayada. Pero si unx es observadorx, advierte que el cuello de la chica presenta dos marcas rojas. No es otra cosa que la morderdura de un ¡vampiro! Si la tapa engañosa pasaba el primer filtro, surgían dos auntenticas piezas de rockabilly estancadas en el tiempo.



El Lado A era un cover de John Zacherle. El Lado B, "Night of the Werewolf" se convertiría en una canción recurrente para las agrupaciones que conformarían años después de la escena psychobilly. De hecho sería versionada por bandas como Black Cat o The Meteors. La fama de la canción la hizo formar parte de compilaciones de éste género como Teenage Rock'n'Roll Party de Ace Records y The Ultimate 50s and 60s Rockin' Horror Disc del sello Viper.
Lejos de usufructuar la posibilidad de convertirse en un ícono del revival del rockabilly, Lee Kristofferson se alejó de la música pero mantuvo su nombre en su nueva actividad como programador de video juegos, donde la década del 80 obtuvo cierto prestigio.



Fuente: http://satanichillbilly.blogspot.com.ar

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