jueves, 28 de septiembre de 2017

Walek Dzedzej Pank Bend (Varsovia, Polonia, 1977)

Hasta ahora hemos visto florecer la expresión punk en lugares que, más allá de sus singularidades culturales, podríamos enmarcar dentro de aquellos países capitalistas que habían experimentado un gran impulso económico y demográfico a partir de la posguerra y que vieron afectado dicho desarrollo, entre otros motivos, a partir de la debacle energética y política que trajo aparejada la crisis del petróleo de comienzos de los 70. No solo se trató de una crisis en términos de los estándares de vida y consumo de los habitantes de estos países, sino también de los modos de producción conocidos hasta entonces.
En medio de ese panorama de incertidumbre y de cambio de las políticas asistencialistas de algunos Estados (algo que ya venía ocurriendo desde la década previa), los jóvenes que supieron ser el nicho de consumo predilecto años atrás se encontraron a la deriva en medio de ciudades inmensas, hundidas entre la basura, la desocupación, el crimen y la decepción. Lo punk, como modo de ver el mundo, vimos que no se gestó de un momento a otro ni de una manera unívoca, sino que encuentra sus inspiraciones en diversos movimientos críticos a ciertos patrones socio-culturales del mundo occidental.
El colonialismo cultural de los EE.UU. no solo se produjo a través de su maquinaria del espectáculo y de mercancías. También la contracultura que se generó alrededor de, por ejemplo, la oposición a la guerra de Vietnam, habitualmente restringida al movimiento hippie, tuvo impacto en lugares distantes (Como podía ser el circulo universitario de izquierda islandés donde se movía Megas), incluso regiones que se suponían opuestas ideológicamente a los EE.UU., como los países que estaban detrás de la  llamada “Cortina de Hierro”.
Estos serían aquellos países que tras la Segunda Guerra se alinearon detrás de la Unión Soviética, teniendo a partir del año 1961 como máximo símbolo de esa división que no solo era geográfica, el muro de Berlín. 
Estos países reforzaron sus lazos de cooperación militar, bajo la influencia de URSS, con el llamado “Pacto de Varsovia” de 1955. Una suerte de contrapartida de la OTAN. De él formarían parte Bulgaria, Hungría, Rumania, Checoslovaquia, la Rep. Democrática Alemana, Albania, La URSS y, por supuesto, Polonia, en cuya capital se firmó el tratado.
En ciudades como Varsovia, la férrea administración satélite de los soviéticos, alimentó la idea de que todo lo que había del otro lado de esa “Cortina de Hierro”, tenía el aroma de la libertad que no experimentaban en sus países. Y si bien es indiscutible el carácter liberticida de estos Estados marxistas fuertemente autoritarios, gran parte de esas fantasías fueron alimentadas no tanto por las películas yankees filtradas desde la fronteras, sino por gran parte del mensaje liberador y de paz de artistas encolumnados contra el accionar bélico de los EE.UU. durante el conflicto en Vietnam. No fue tanto la provocación de los primeros rockeros, como pudo haber ocurrido en Escandinavia, lo que sacudió a algunos jóvenes polacos, sino las canciones de corte libertario del folk. Joan Báez cantando a Sacco y Vanzetti y por supuesto, Bob Dylan, armado con su guitarra y harmónica. 
Esto fue lo que inspiró a un joven poeta y músico llamado Lesław ("Leszek") Danicki, nacido en 1953 en Varsovia. Un auténtico hijo de la posguerra. A los 20 años, mientras se movía en los convulsionados ámbitos escolares y universitarios polacos, controlados por las fuerzas de seguridad, era conocido como el “bardo subterráneo”, ya que muchas veces cantaba sus composiciones de protesta en sitios bajo tierra, por el frío y para protegerse de la policía. Ante el peligro que ello implicaba, decidió adoptar el pseudónimo de Walek Dzedzej. Sus canciones eran conocidas, pero ninguna fue grabada. Eran parte de un cancionero popular que se oponía a las restricciones de la libertad del gobierno comunista polaco.
Esa actitud hizo que hacia 1977 junto al baterista Maciej Góralski armen la que de manera casi unánime es considerada la primera banda punk de Polonia: Walek Dzedzej Pank Bend
Solo tocaron dos veces ese año en un club de Varsovia llamado Hybrydy, de los cuales algún avispado tuvo la gran idea de registrar algunos temas. Y es todo lo que nos queda de ese periodo. No hay dudas de que musicalmente no suena a los Sex Pistols, aunque a su impronta folk, le agregó rabia y desprolijidad, para escupir sus canciones inconformistas, como la versión en polaco de "The House of Risin' Sun" de The Animals que compartimos más abajo..
A fines de 1978, la situación se hizo insostenible para Walek, lo que lo llevó a deambular por diferentes países de Europa hasta recalar en EE.UU., país cuya nacionalidad terminaría adoptando en los 80. Nada es casual.
Al día de hoy Walek Dzedzej es reverenciado y homenajeado por cuanta banda punk aparece en Polonia, por haber dado el puntapié en un momento no tan fácil para ello. En los 80 florecieron varios grupos de hardcore punk con mensajes afines al ideario ácrata, pero antes de ello tuvieron que aparecer otros osados.
Está claro que Walek Dzedzej no trajo consigo el punk a Polonia. Aquello era algo que circulaba de una manera muy rudimentaria entre lxs jovenes polacos desde el 77. 
Como cuenta Tomek Lipinski, uno de los primeros punks polacos, futuro fundador de grupos como Tilt y Brygada Kryzys: “La prensa polaca solía escribir sobre adolescentes británicos salvajes que no podían tocar nada, que hacían sus propios instrumentos. Teníamos curiosidad por saber de qué se trataba (…) Lo primero que escuché fue la copia grabada del doble álbum de Roxy Club".
Y es que en los primeros días, del otro lado de la “Cortina de Hierro”, el punk llegó así. A través de múltiples casettes regrabados una y otra vez, a los que se sumó el invalorable aporte de Walek Dzedzej, como trovador punk en aquellos días peligrosos para oponerse a la voz oficial -aunque después haya abrazado las mieles del imperio. Y bue-.


Fuente:
https://en.wikipedia.org/wiki/Walek_Dzedzej
Transnational Punk Communities in Poland: From Nihilism to Nothing Outside Punk, de Marta Marciniak

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