sábado, 9 de julio de 2016

The Stranglers (1977) Pt. II

A mediados de 1977 The Stranglers era un banda veterana para gran parte del punk inglés. Sin embargo no superaban los tres años de existencia, de los cuales la mayor parte los habían transitado en el endogámico circuito del pub rock londinense, provenientes desde su Guildford original.
Pronto, este grupo integrado por un ex heladero y dueño de un despacho de bebidas de 39 años (Jet Black), un licenciado en bioquímica llegado de un posgrado en Suecia (Hugh Cornwell), un hijo de inmigrantes franceses, karateca y ex estudiante de Historia (Jean-Jacques Burnell) y un ex músico de rock progresivo que tocó en bases militares en Alemania (Dave Greenfield), empezó a poner su mirada fuera de las paredes de los bares, donde su sonido -más cerca de la psicodelia de The Doors y la oscuridad de Blue Oyster Cult, que al country o el beat rock- no encontraba mucho lugar. Afuera, empezaba a visumbrarse un seductor clima de riesgo que amalgamaba el hartazgo hacia la situación del rock y el panorama social. Pero para grupos como The Stranglers, el punk fue un medio. No un fin, para sentirse parte de "algo". Estos muñecos, acostumbrados a lidiar con la agresividad de los reductos en donde dos pintas de cerveza de más marcan el límite con alguna reyerta intempestiva, no necesitaban recurrir al vestuario de tiendas como Sex o Seditionaires para provocar. Sus armas, en ese aspecto, eran tan poco artificiales como claros los objetivos de su confrontación. 
De alguna forma serían una muestra de que el corte, la frontera entre aquel variado universo que dieron en llamar "New Wave" y el periodo previo del rock-pop no era tan tajante ni definitivo en ciertas cuestiones.
1977, el año en que el punk asoma definitivamente a la consideración general, encuentra a The Stranglers (Asociados forzosamente a esta expresión luego de telonear a Ranones y Patti Smith en 1976) con un contrato firmado con el importante sello United Artists. A partir de ello, publican su primer LP en abril (Rattus Norvegicus) y en julio ingresan a los T.W. Studios de Fulham a grabar los temas del que sería su segundo disco en cinco meses. 



El irrefrenable deseo de ganarse enemigxs hizo que muchxs punks se sintieran identificadxs más con eso que con su músico, que como contrapartida atrajo a extraños aficionadxs al viejo rock a tugurios punks. 
La cosificación de la mujer y la incorrección política parecían ser la mojada de oreja predilecta de estos pendencierxs, que exigía siempre un doble análisis por parte los "críticxs" del punk rock ingles 77: Por un lado, un reconocimiento al enriquecimiento que The Stranglers daba la escena con su sonido elaborado y demoledor a la vez. Por el otro, el rechazo a la estrategia permanente de inquietar con canciones en donde la tradición más misógina y reaccionaria del rock se confunde con la transgresión punk.
Esto podía resultar exasperante para algunos periodistas como Jon Savage, que acabó en un concierto promocional golpeado por el karateka Burnell, como respuesta a una de sus críticas. Pero estaban también los que, como el escritor Dave Thompson,  asignaban sus letras, pero también sus declaraciones públicas, al ejercicio de una ironía y de un humor absurdo nunca entendido por un periodismo ajeno a los códigos de la new wave, que no duda en ubicar junto a la tradición de los Monty Python.
En el libro The Sex Revolts: Gender, rebellion and rock and roll (Simon Reynolds y Joy Press), se remarca a The Stranglers como uno de los grupos más misóginos de la historia, incluso más que los Stones.
Ya en Rattus Norvegicus, había canciones como "Sometimes", donde Cornwell "soluciona" los problemas de comunicación con su novia golpéandola, o "Peaches", donde la condición de "cosa" de la mujer llega a su máxima expresión. No more Heroes no se queda atrás.
"El sexismo levanta su fea cabeza una vez más en 'School M'am' (una sobreexcitada fantasía cuyo principal objetivo parece ser mostrar que las mujeres menopáusicas son obsoletos) y en 'Bring on the Nubiles', un himno sexual cuyo estribillo evoca una anónima multitud de niñas pasivas de ser cogidas. Más que misoginia, No More Heroes está plagado de una extrema homosociabilidad, en la que The Stranglers se imagina a sí mismo como líders de una beligerante hermandad de malhumorados pero magníficos disconformes."

El pasado de J.J. Burnell también deja traslucir aspectos cuestionables, relvelados por el mismo en algunas entrevistas, como el hecho de haber coquetado con el fascismo en sus años universitarios, previo a entrar al grupo. Allí publicó una revista neo nazi llamada The Gubernatore, a la par de sumarse al grupo de extrema derecha British League of Youth. Poco después volcó sus intereses en las motocicletas, en particular en la organización de los repudiables Hell's Angels.
Burnel fue el mismo personaje que sacó de la fantasía de las letras esa homosociabilidad de la que hablaban Reynolds y Pres en su libro. En una entrevista confirmó que tuivo una noce de sexo con Steve Strange (líder de Visage y futura cara del movimiento New Romantic). 
"Me pareció agradable en ese momento y lo hicimos. ¡No descartes algo hasta que lo hayas probado es lo que siempre digo! (..) Creo que si esto resulta un prblema para los fans de The Stranglers, entonces no están escuchando a la banda correcta. Pienso que la mayoría de la gente la tiene clara respecto a estas cosas. Piensan mierda si no es así. Tenés que ser fiel a vos mismo, eso es lo que importa en el fondo."
Complejidad, en todo sentido, es una palabra que puede definir la áspera e ineludible trayectoria de The Stranglers. Una banda mirada de reojo por la cofradía punk 77. Tal vez mucho más tras aquella pelean entre Jean-Jacques y Paul Simonon a las salida del recital de Ramones en el Dingwall el 5 de julio de 1976. De todos modos, difícilmente no hayan prestado un oído para escuchar el flamante No More Heroes.



Fuente:
The Sex Revolts: Gender, rebellion and rock and roll, Simon Reynolds y Joy Press.
www.punk77.co.uk
www.louderthanword.com

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