En este año en el que cada día aparecen notas y
registros fotográficos supuestamente inéditos para conmemorar los llamados “40
años de punk” (De más está decir que para nosotros tal afirmación es, por lo
menos, dudosa), nos parece interesante revolver que aquel año, sin duda bisagra
para el desarrollo de esta manifestación, los personajes que pululaban y
aportaban su cuota de individualidad a este monstruo que mucho trataban de
encorsetar como movimiento, eran muchxs y diversxs. El punk inglés, y sobre todo
de Londres, no estaba solo construido a partir de los patrones estilísticos
impuestos por Malcolm McClaren, Vivianne Westwood, su tienda Sex, Los Sex
Pistols o el Bromley Contingent. Había además grupos o simplemente personas que
se aventuraban a los diferentes reductos punks del país a experimentar su propio
momento de libertad expresiva, eso que el punk, aseguraban, venía a devolver no
sólo al rock and roll. En dicho panorama aparece la figura un tanto rezagada, en
relación a otras como Soo Catwoman o Jordan, de Charlie Greene.
Charlie Greene (der.), en el Roxy Ckub
Sin aparatos propagandísticos detrás, Charlie era una autentica autoinvención punk. Su ropa, su maquillaje, sus ideas, sus proyectos. Todo producto de sucesivos ensayos y errores. Manchones sobre manchones, como los que lucían sus camisas llenas de inscripciones hechas con marcador, una nueva cada día.
Para referirnos a su vínculo con el punk rock
(fuera del que tenía como asistente a cuanto gig había en la capital inglesa)
debemos una vez más movernos de Londres a Cambridge para encontrarnos
nuevamente con Lee Wood, dueño de Raw Records. En julio de 1977 publican el
segundo disco de la banda Killjoys, en una clara línea de punk rock cásico.
Tras ello empezaron a llover demos de ignotos grupos a partir del aviso que el
propio Lee publicó en el Music Maker. Entre ellos estuvo el de una muchacha que
se hacía llamar Charlie Greene con quien Lee mantuvo una comunicación telefónica de más de
media hora, en la que ella trató de convencerlo de que contrate a su grupo para
grabar en Raw. Vaya uno a saber que fue lo que decidió a Wood, pero sin haber
escuchado siquiera una nota de lo que Greene decía hacer, ella y su grupo eran
parte del staff de la novata compañía. El grupo sería denominado The Sick Things (“Las
cosas enfermas”).
Pocos días después de la comunicación, Charlie y lo que se supone era el resto de la banda se trasladaron a Cambridge para grabar en los Spaceward Studios una serie de temas. Al día de hoy se desconoce identidad alguna de los otros miembros de Sick Thing, por lo que cabe preguntarse si esta era una verdadera banda o Lee Wood entusiasmado por lo que Charlie le vendió, puso músicos a su disposición para tener esos registros. La letras, todas obra de Charlie Greene deambulaban por un universo que incluía prácticas BDSM, sexo con putas, enfermedades venéreas, o dormir o tener relaciones sexuales con cadáveres.
Probablemente, Lee no recuerda bien, ellos hayan
grabado otra sesión y entre amabas se hayan presentado en vivo en algún club de
Cambridge. Lo cierto es que poco tiempo después se cumplía el inequívoco
destino de cualquier banda bien preciada de ese periodo. La inevitable
disolución. No future for you.
Lee Wood, trasladó luego las oficinas de Raw
Records de Cambdrige a Londres, probablemente para estar cerca de Charlie,
quien fue su secretaria (funciones machistas difíciles de erradicar aún en el
temprano punk rock). Ella seguiría un camino dentro de la música por diferentes
proyectos, alejándose de su antiguo trabajo en una compañía prensadora de
discos de vinilo, los cuales repasaremos a su debido momento.
Fuente:
www.punk77.co.uk
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