El
advenimiento de la atmosfera punk al Estado de Ohio, sirvió como elemento
liberador de un montón de fuerzas creativas mantenidas hasta entonces en el
circuito muy subterráneo, cuando no en el anonimato. Estas primeras expresiones
liberadas, muchas veces no respondían necesariamente a los parámetros de lo que
hoy –o incluso entonces- implicaba el punk rock. A veces anclados en la
experimentación progresiva pero con mentalidad futura, aunque con la
transgresión punk, surgieron personajes muy necesarios para enriquecer aquella
escena en formación, tal el caso de Jim Shepard.
Desde 1974 se
sabe que Jim venía probando romper esquemas, añadiendo uan mezcla de
instrumentos a priori incompatibles junto a fraseos poéticos, que hacían de su
noise casero una obra pre punk.
Llegado 1977,
se encontraba al frente de un proyecto llamado Vertical Slit, el cual produjo
ese año un disco que con las décadas se ha convertido en un elemento clave para
entender la transición vivida en aquellos años. Presentando elementos de los
pioneros transgresores sonoros de la primera parte de la década, el disco Slit
and Pre-Slit se volvería una referencia para saber que pasaba no solo en
Columbus, sino en EE.UU., más allá del rock and roll desprolijo cada vez más
convencional. Destapó un mundo que estrecharía lazos invisibles (e incluso
desconocidos para ambas partes) con la naciente escena industrial británica y
haría de Columbus una usina creativa singular. Aunque difícil de explicar en
sus motivaciones o disparadores, más allá del ya mencionado escenario fabril decadente.
¿Qué tenían de
particular esta grabación casi amateur? Para mucho será el simple fetichismo de
conseguir alguna de las 100 copias editadas, que hacía que el cono de sobra
sobre aquellos ruidos sea más amplio aún.
¿Qué tenía de punk? Bueno, se sabe que hasta el 77 aquel adjetivo
englobaba todo aquello indeseable o incluso difícil de encasillar, lo cual
acababa convirtiéndolo en algo interesante. Cuando en ese año la “música punk”
empezó trazar ciertos límites (ya sea para pertenecer, ya sea para venderse
mejor), aún uno podía toparse con experimentos que venían empujando desde
varios años antes y que con aquel vendaval asomaron la cabeza, más no sea en un
terreno fangoso y revuelto. Todavía lo inclasificable, incomprensible, podía
ser considerado “punk”, como bien lo vieron los Suicide de New York a comienzos
de los 70 para sus ruidos fuera de contexto. Precisamente Vertical Slit parecía
una broma sin sentido en aquel 77 donde ya se apuntaba a domesticar a la nueva
ola.
El punk (así
como ocurrió con los Cabaret Voltaire o los Swell Maps en Inglaterra, o con los
recientemente reseñados Human Switchboard en EE.UU.) hizo que la obra de Jim
Shepard no quede entre las cuatro paredes de su habitación, ático o garage
simplemente. A lo sumo, fue como agregar algunos metros cuadrados más a su
cuarto.
Hoy
puede
resultar lógico interesarse por artistas como Bowie, Lou Reed o Brian
Eno,
incluso si uno los imagina en los 70 siendo respetados y llenando
locales. Pero aún en sus años de esplendor, escucharlos y reverenciarlos
no era la regla
en lugares como Columbus, lo cual Shepard sabía. También uno puede
rastrear
locuras descolgadas de la psicodelia de fines de los 60 como los siempre
mencionados Captain Beefheart o Mother of Invention de Frank Zappa. Así y
todo,
Shepard sorteó esa encrucijada entre los osados sonidos pasados y los
previsibles sonidos nuevos. Y salió algo tan personal, íntimo y
ecléctico, como
atractivo, renovador y complejo. Aunque lejos, bien lejos de la palabra
“éxito”. Es casi como publicar como
libro un diario íntimo, con la certeza de que todas esas visiones del entorno
acumuladas durante los primeros 70 debían salir a la luz. Tal vez en ello
resida el paso del proto-punk al punk. Así y todo, uno podría desenganchar de
aquel marco este singular registro, y tampoco parecería algo descabellado. Con
lo cual una vez más se demostraba que la singularidad, más que el ideal de
movimiento, es el que marcó a gran parte de las manifestaciones que usaron,
queriendo o no, las herramientas expresivas que el advenimiento del punk trajo
a finales de los 70.
En el plano
estrictamente sonoro, el disco incluye grabaciones hechas a lo largo de tres
años, en baños, habitaciones y otros rincones, donde instrumentos ejecutados de
manera poco convencional, se mezclaban con cintas manipuladas, sirenas y
llamadas telefónicas. El disco aparecido
en mayo del 77, incluyendo un cover de Lou Reed, “The Bed”.
Fuente:
www.fuckinrecordreviews.tumblr.com/post/72935906865/by-tom-carter-request-the-history-of-vertical
www.shit-fi.com
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