miércoles, 12 de abril de 2017

Skrewdriver (Lancashire, Inglaterra, 1977)

El asunto es ver, una vez más, que tan poco previsible pueden ser las diferentes expresiones y proyectos enmarcados en la “etiqueta de punk”. Querer convertir al punk, en especial del activo periodo 76-79, en un proceso lineal y monolítico, nos llevaría a construir una historia a medida, lo cual resulta, en definitiva, simplista.
De lo contrario ¿Cómo explicaríamos que un sujeto que hasta 1975 tocaba en una “inocente” banda de covers de los Rolling Stones llamada Tumblin Dice se trasnforme siete años después en el referente principal del rebrote neo nazi no solo del Reino Unido, sino también de Europa?
Bueno, es ahí donde hay que hacer hincapié en el contexto en el que se desarrollan determinadas trayectorias. En este caso nos referimos a una banda que nos ha puesto en una auténtica encrucijada ética, en cuanto a si abordarla o no. Nos referimos a Skrewdriver.
Skrewdriver, en su versión punk de 1977
Por ahí, para muchxs, este nombre no diga nada y sea la primera vez que lo lean. Para otrxs significará un sacrilegio verlo inmerso en un repaso por los días dorados del “prístino” punk rock inglés. La decisión de mencionar a este grupo, responde a que es una inmejorable manera de entender lo complejo de la conformación de una escena que, bien entrado el 77, lejos estaba de resultar un movimiento con rumbo prestablecido. Lo que para muchxs era un modo de vida, para otrxs  no era más que un par de guiños que podían ser seguidos o no, para lanzarse al ruedo del show biz. Aunque entre ambas posiciones podamos encontrar otras tantas
Expliquemos brevemente la primera encarnación de este grupo, y por qué tantos planteos. Skrewdriver ("destornillador" en inglés, una referencia velada a la calse obrera de la que decían provenir) se forma durante 1976, en la norteña Lancashire, luego de que Ian Stuart Donaldson viera en vivo a los Sex Pistols en su segunda presentación en Manchester, ciudad en la que también presencia un reci de los provocativos Stranglers. A su vez descubre la escena naciente en el cercano Eric’s Club de Liverpool. Tras esta experiencia, decide dejar atrás sus días versionando a los Stones para darle un giro más agresivo a su música. Con sus ex compañeros de Tumbline Dice (con quienes había compartido dichas experiencias),  Phil Walmsley en guitarra, Kevin McKay en bajo y John Grinton en batería, da forma a un conjunto de típicas características punks. Graban unos demos de mala calidad, los cuales llegan a las oficinas de Chiswick Records, en Londres. Tal vez aquello no era un impedimento en la atmósfera punk, donde cuanto más amateur, mejor. Debutan en febrero de 1977 en el Manchester Polytechnic, teloneando a los franceses de Little Bob Story, recientemente incorporados al catalogo de Chiswick. Dos meses después arriban al Vortex de Londres, como soporte de Johnny Moped.

Al firmar con Chiswick se instalan en la capital inglesa. Los conciertos empezaron a sucederse y Skrewdriver fue durante 1977 un número fijo en los antros emblemáticos del punk inglés. En junio publican You’re so dumb/ Better off crazy y en octubre aparece en clásico Antisocial/19th Nervous Breakdown. A la par, Ian Stuart empezó a reforzar su imagen de líder agresivo y confrontativo. Querían alejarse de cualquier forma de la estética arty que algunos grupos del circuito pregonaban. Todo ello era sostenido con un sonido pesado y letras brabuconas, cuyo inconformismo no denotaban un poético nihilismo, sino que más bien apuntaban a un desencanto falaz hacia las soluciones políticas de la vida cotidiana. Mientras estaban aquellas bandas que hacían de su obra un instrumento político, para grupos como Skrewdriver y otros similares, la política era una herramienta propia de una casta dirigente que los venía defraudando por generaciones, y la de ellos no sería la excepción. Por lo que, sin importar el contenido de los discursos (izquierda, derecha, liberal, nacionalista, anarquista), todo eso merecía su mismo desprecio. Una visión, en principio, bastante estrecha sobre una situación sociopolítica mucho más complejo en el Reino Unido, y el mundo occidental en general. Pero eso ya sería mucho pedir. Esto era lo que decían pensar muchxs adolescentes desencantadxs, acercadxs al punk de la segunda camada (mediados del 77), y que en su mayoría provenían de los suburbios de las grandes ciudades, donde la situación era realmente difícil. Frente a estas dificultades, sin caer en generalizaciones sensacionalistas, muchas veces prevalecían diversas formas de evasión para lxs hijxs de familias golpeadas por la reformulación de las reglas del juego capitalista: el dinero del seguro de desempleo pocas veces era invertido en otras cosas que no sea discos, instrumentos musicales baratos, drogas y alcohol. Los conciertos y los estadios de fútbol se volvieron el terreno para liberar frustraciones, y con ello venía aparejada la violencia por diversión. Buscar enemigos ahí donde no había ninguno. O, en realidad, dónde no se encontraba el verdadero. Ese era el público que se reconocía en el supuesto “apoliticismo” de Skrewdriver. Y que impregnaría muchxs otros grupos a partir de entonces. La banda de Lancashire, advirtió esto, a la par del resurgimiento de la cultura callejera skinhead, que se aferraba forzosamente a algunas coincidencias con el contexto social que la vio nacer a fines de los 60 (con la que Stuart Donaldson coqueteó a comienzos de la década), lo cual no implicaba que fuera la misma situación. Al ver que estos nuevos skins adherían a la mirada de Skewdriver, un poco por afinidad y otro por oportunismo, poco a poco comenzaron a adoptar su estético. El camino acá, no fue desde el escenario al úblico, sino al revés. A partir de esto, la banda (O específicamente Ian Stuart Donaldson, cuyo deseo de liderar y arrastrar borregos era incontenible) buscó convertirse en vocera de su inconformismo, para el que la violencia parecía la única vía posible de manifestación. Pero ¿Violencia contra qué o quiénes?
Skrewdriver en su version skinhead, a fines del 77
En esa primera encarnación (punk primero, skinhead después) de Skrewdriver, no podría acusárselos de ser los únicos barderos de la escena. De todos modos, no todos los disturbios tenían su mismo origen (Como decíamos antes con Cock Sparrer y veremos luego con Sham 69), aunque caigan todos en la misma bolsa. Pero pronto, esa cuestión de exacerbación de la territorialidad, de búsqueda de los responsables de todos nuestros males por fuera de nuestro círculo (sea éste “la escena”, "el barrio“, "la ciudad” o “el país”), llamaría la atención de una facción política creciente, no en las esferas altas de la sociedad como suele creerse (incluso hoy por estos lares), sino en el desencanto supuestamente apolítico de los sectores bajos. Y nos referimos al avance del fascismo de grupos minoritarios, pero históricos, como el NF (National Front), que veían en estas pandillas dispuestas a romperse la cabeza por cualquier boludez en un recital o una cancha, una buena opción para formar su propia fuerza de choque, en un escenario de desencanto generalizado.Skrewdriver advertía que entre su público skinhead empezaban a merodear agitadores fascistas, pero a pesar de que se lo señalaban, prefirieron no hacer nada al respecto. Evidentemente, las simpatías ya existían por entonces y la vía libre a la violencia, lejos de covnertirlos en nueva atracción de los medios, les cerró puertas dentro del negocio de la música, incluída las de Chiswick, y con ello las de Londres, obligando a la banda a trasladarse a Manchester, donde consiguieron un interesnate número de seguidores skinheads.
Como banda musical, Skrewdriver mutaría hacia fines de los 70 en un simple y arcaico grupo de rock pesado, incluso coqueteando con el conservadurismo estético e ideológico de los Teddy Boys. Pero eso sería señal del final de una primera etapa, en la que Ian Stuart Donaldson fue tomando sus propias decisiones, más allá del punto de vista resto del grupo. 
Tal vez el mejor momento musical fueron sus dos primeros singles punk con Chiswick, donde su actitud pendenciera no desentonaba con la atmósfera de rabia y furia expresada de diversos modos, logrando sacudir la estantería cultural de la época.
Por eso, lo que se estableció con el nombre de Skrewdriver a partir del 82 no puede parecernos un producto de la combustión espontánea, de la casualidad. Hoy es la banda más emblemática de la música nazi de los 80, porque incluso en esos primeros años, formaron parte de un contexto social conflictivo que convenció a su líder (Y algún que otro de sus ex compañeros) de seguir ese rumbo. Tal vez otros coincidían, y no se animaron a tanto. Si esto no se expandió, si pudo ser contrarrestado, fue en gran medida gracias a la fuerza simultánea de otras voces que empezaban a ver al punk como un espacio pensante, un vehículo activo de reivindicación de la libertad individual y, a la vez, de lucha colectiva contra las opresiones. 
No sabemos ni pretendemos conocer con exactitud donde se origina la completa identificación del otrora apolítico Ian Stuart Donaldson con la causa fasicsta inglesa. Aunque nos parece reduccionista achacarlo sólo al impulso dado por el referente del NF, Joe Pearce, en ese periodo de inestabilidad de fines de la década.
Por este conjunto de factores, es que decidimos mencionar a Skrewdriver, para entender este tejido sociopolítico que incidía decisivamente en el desarrollo del fenómeno punk de los siguientes años.
No pensamos que pasar la obra de un artista éticamente despreciable en otros terrenos de su vida (Aunque estrechamente vinculado a la primera), implique necesariamente una apología de sus conductas. Pero de todas maneras nos reservamos la posibilidad de elegir pasarlos o no. Como ocurrió en su momento cuando intentábamos reconstruir el periodo de auge del glam rock de los 70, decidimos no incluir referencia alguna a Gary Glitter. No teníamos ganas de analizar fríamente la música de un pedófilo gratuitamente, aunque haya jugado un papel importante en aquel contexto. Así mismo abordamos obras de tipos cuyos abusos nos enteramos luego de ser difundidos, tal el caso de Kim Fowley o White Boy. O reverenciamos el aporte de un grupo que amamos, pero cuyo guitarrista se reivindicaba de derecha, como The Ramones. En definitiva. No no es inditinto lo que pasamos, pero si lo hacemos, nos importa el contexto, el papel jugado en este proceso aún por descubrir que genéricamente llamamos punk.


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